El nonno y la Segunda Guerra Mundial

Me acuerdo patente el momento en que mi mamá me avisó que había muerto el nonno. Era un 29 de diciembre de 1997, estaba en la cama de mi hermano tomando una chocolatada con galletitas mientras miraba los dibujitos de los Hombres de Negro en Cartoon Network. Eran las 6 de la tarde, o al menos así lo recuerdo: siempre veía esa serie cuando llegaba del cole. Pero la escuela había terminado, el calor reinaba en Campana y el llanto se hizo inmenso ante la noticia.

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Mi nonno fue muy importante durante mi infancia, pese a que compartí muy pocos años con él. Como mi viejo y mi vieja laburaban todo el día, tanto él como la nonna fueron parte importante de mi crianza. Solía llevarme a caminar por Campana, desde mi casa, hasta el Campana Boat Club, que quedaba a unas 20 cuadras. No era tanta la distancia, pero para un niño de 3 años caminar todo ese trayecto era sumamente agotador.


Luego de esas caminatas, volvíamos a su casa, donde mi nonna nos esperaba con la merienda: entre chocolatada y biscuits, mi nonno me hablaba de todo. Era una persona muy instruida y lectora: en su casa había una biblioteca inmensa, llena de libros y enciclopedias. Sin lugar a dudas, fue gracias a mis nonnos que alimenté mi pasión por la lectura. Aunque a mi nonna no le gustaba mucho que fuésemos al living a “revolver las cosas y dejar todo desordenado”, yo le pedía que me lleve ahí y me cuente historias. No solo me hablaba de la guerra y su periplo por Europa, sino que me contaba sus hazañas de deportista, a la vez que me mostraba hermosas enciclopedias de ciencias naturales, repletas de imágenes de animales de todo tipo: mi preferida era, sin lugar a dudas, el tomo sobre la fauna y flora de las profundidades del océano.


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Pero el tesoro más preciado de aquella biblioteca, el que constantemente pedía para que me lo muestre, lo abra y lo haga hablar, era su viejo álbum de fotos de la Segunda Guerra Mundial. Era fascinante. Recuerdo estos momentos constantemente: no importaba si tenía 3 años u 8. Yo quería escucharlo hablar sobre los nazis, los bombardeos a Milano, su paso por el batallón de artillería, el cautiverio, primero por parte de los alemanes, y luego por parte de los yugoslavos, con su posterior fuga a nado cruzando el río Danubio. Me hipnotizaba con su relato, que se correspondía con imágenes. Imágenes reales de la guerra, con locaciones, fechas, nombres de operaciones y de regimientos. Tener ese material tan a mano era como estar viviendo dentro de un documental de History Channel, al cual ya me había hecho adicto, obviamente por él.


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Hace 4 años murió mi nonna. No tengo idea de dónde sacó las fuerzas para vivir sola durante tantos años. Porque no solo sobrevivió a la muerte de su marido, sino que al año siguiente moría uno de sus hijos. Mi mamá siempre cuenta que en realidad el nonno, al enterarse de la enfermedad de Toto se deprimió. No quería ver morir a su hijo.



Al morir mi nonna, la casa se puso en venta. Hasta que se logró vender pasó un tiempo largo, en la que estuvo en un estado de semiabandono. En algún momento de ese ínterin, mientras íbamos vaciando la casa, pensé en mi nonno, en la biblioteca, en sus cuadros. En su vejez, se dedicó a la pintura: tenía un pequeño estudio donde se dedicaba todo el día a pintar y pintar. Recordando y pensando, decidí hacer una operación rescate. Fui directo al estudio, a revolver entre miles de pinturas, papeles, libros, cuadernos. En un armario, envuelto en una bolsa, encontré el álbum de fotos, además de una serie de cuadros que presentó en la biblioteca de Campana. Lo retuve como propio y lo guardé en mi departamento.


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Hace unas semanas, estando en la casa de mi tía, mientras estaba en la pileta revoleando por el aire a los hijos de mis primas, llegó Elba, una vieja amiga de la familia. Nos pusimos a hablar, y por alguna razón, surgió el tema de mi nonno. Me comentó que había escrito algunas notas sobre él, a quien quería mucho. Al otro día, me las facilitó, junto con una hoja escrita por mi nonno. Allí se detallaba, de forma muy breve, su paso por la guerra.



Leyendo eso se me ocurrió que, junto con el material fotográfico que tenía, los testimonios de mis familiares y la información presente en Internet, podía reconstruir parte de su paso por la guerra. Durante estos días estuve varias horas detrás de la computadora, surfeando a través de páginas y páginas, revisando mapas, hablando con familiares y analizando detalladamente el álbum de fotos de la guerra. Así descubrí que mi nonno participó de la llamada “Operación 25” o Invasión a Yugoslavia, donde las fuerzas del Eje invadieron el Reino de Yugoslavia y en 11 días conquistaron el país. De estas andanzas de mi nonno, pude reconstruir prácticamente todo su recorrido, basándome en las fotografías con sus epígrafes e información de Internet. En los días venideros, escribiré sobre esos hechos. De más está decir que no soy historiador: solamente me mueve la pasión por la historia, las ganas de escribir y la necesidad de reconstruir esta parte de mi historia familiar.


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Luego de esto, viene un periodo un poco más oscuro, del que todavía no pude rescatar muchos datos. Italia firma el armisticio con los aliados el 3 de septiembre de 1943: mi nonno decide no seguir combatiendo. Il Duce y los fascistas italianos siguieron del lado de los alemanes y se refugiaron en el norte de Italia; el resto del país les era hostil. Mi nonno, al no alinearse con el bando fascista, cae preso de los nazis y fue llevado a un campo de trabajo en Austria, donde fabricaban goma sintética. Según las fotos que tengo, el campo figura en Traiskirchen, Viena. Si alguien es experto en estos temas, me encantaría poder conversar para tratar de ubicar ese lugar.


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